jueves, 8 de abril de 2010

Pongamos que hablo de DICIDO.

Entre las pedanías de Castro Urdiales (Cantabria) se encuentran Mioño, y Dícido.

Ha salido a la luz en la prensa un proyecto, para adecentar las zonas, afectadas por las minas de hierro, que hubo y hay (creo) , en Ontón, otra pedanía de Castro.

En primer lugar, se debe hacer una aproximación a la zona posiblemente afectada.

Desde Ontón, por un ferrocarril, descubierto (en algunos tramos con túneles), bajaban en "vagonillos", (vagonetas), que estaban encadenadas entre ellas, y la cadena, que las bajaba cargadas de mineral de hierro desde el lavadero, las subía vacías.

Las vagonetas, pasaban por el término de Mioño, hasta llegar a la playa de Dícido, donde por un puente de madera, pasaban por la playa y por el río Cabrera, hasta un almacén (como un gran embudo), desde donde se descargaban a una cinta transportadora, que terminaba en un gran cargadero, que depositaba el mineral de hierro en unas gabarras, que llevaban el mineral hasta los Altos Hornos de Bilbao.

Estoy hablando de los años cincuenta al sesenta y cinco del siglo XX. Yo les explicaba a los primeros turistas que entraban en España, que venían con caravana, todos los artilugios que formaban lo que nosotros llamábamos la Mina.

Desde los vagonillos (que tenían que estar constantemente arreglando, sobre todo las cadenas, que se desgastaban con el roce, y el olor a la grasa que ponían, para amortiguar el mismo), hasta el puente de vagonillos que era peligroso atravesar, ( y que nosotros no sólo atravesábamos, sino que en verano, y cuando subía la marea utilizábamos de trampolín para tirarnos de cabeza al agua). Les explicaba todo el proceso que seguía el mineral hasta llegar a las gabarras. También les enseñaba, las enormes boyas metálicas, que estaban fuera del agua para ser reparadas y pintadas , incluso tenían un sitio determinado antes del puente, y a resguardo de la mar, por el muro (rompeolas). El rompeolas, era nuestro trampolín, el mejor sitio del verano, aunque también se montaban verdaderos partidos de futbol, en la playa cuando bajaba la marea. También les enseñaba la fragua donde se reponían los enormes eslabones de las cadenas que arrastraban los vagonillos.

Les explicaba dónde estaba la vieja mina, allí mismo en la playa, y ahora ya no se utilizaba, y nosotros jugábamos internándonos en ella (donde hacía mucho frío) y lanzándonos en los viejos vagonillos que quedaban, y menos mal que los raíles, tenían un tope, pues si no podíamos salir despedidos varios metros, hasta los piedras que habían sacado con los años, y formaban un gran terraplén. Les decía lo que Pedro, un antiguo vigilante de la mina, me había dicho siempre, que el agua que salía de la mina, era la mejor agua de Santander, pues tenía mucho hierro.

Y por supuesto, y lo más importante, les explicaba, que aquél trozo de tierra, era un paraíso, pero junto con la mar, también era muy peligroso.

Sería estupendo, que el cargadero, no se deteriorase más, sería muy importante, pues es el único que queda de los siete que hubo en su momento por toda la costa de Cantabria. Por devolver al cargadero, el aspecto que tenía, y poner medidas de seguridad, para que se le diese una utilidad, o simplemente conservarlo, cómo un gran testimonio del patrimonio industrial de Cantabria, merecería la pena de hacer un gran plan de mejora de todo el territorio que utilizó la mina.

De la última visita que realizamos a Dícido en el verano del año 2008, con mi mujer y mis hijos, y viendo que la casilla de los carabineros, ahora es un bar con una vista estupenda, el muro (rompeolas) está maravillosamente arreglado, incluso me encantó, que las escalerillas para subir las habían repuesto con aluminio, parecía una piscina. Estupendo, el posamanos de madera, alrededor de la playa. Donde estaban las huertas, ahora hay un aparcamiento. Y la puerta de la bocamina, ahora está clausurada, y el monumento a las mulas que supongo al principio acarreaban el mineral, me parece todo estupendo. Incluso han quitado casi todo el terraplén de piedras, y que para nosotros fué una pista de juego.

Puede que la zona del lavadero, y alguna zona anterior al cargadero (por cierto, ya en la última visita, no pudimos pasar ni a la rampa, primer cargadero), pues había desprendimientos, puedan ser recuperadas con la operación que he empezado comentando y que se ha publicado en la prensa de Cantabria.

Por cierto, ya no quedan los vagonillos, ni el puente, ni los almacenes que había próximos a la playa, ni el cuartel de la Guardia Civil, pero sí algunas viviendas como el chalet del ingeniero, y las viviendas de la familia de Rosamari y el eucaliptal y la mencionada antes casilla de los carabineros y ahora bar.

Sinceramente, y aunque hace dos años que no he vuelto a Dícido, mantenerlo así, y viendo que está mejor que cuando yo vivía allí, habiendo pasado ya sesenta años , me sigue pareciendo un paraíso, a pesar de lo peligrosa que es la mar, cuando no se la respeta.

Dícido, siempre estarás en mi corazón, haber si así te respetan.

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